La cercanía de grandes fechas señaladas en el calendario nos conduce a pensar en ciertos lugares o acontecimientos, en este caso Los Santos, dirigen las miradas hacia los cementerios.
Todos los pueblos tienen su cementerio, a las afuera y generalmente rodeado de un muro, unos se distinguen por su sencillez, pero hay verdaderos vergeles creados en torno a las sepulturas de nuestros seres queridos.
Existen cementerios que son famosos jardines, bien sea por su situación o bien sea por la cultura que los rodea.
Los cipreses se han caracterizado como el árbol del cementerio, cuya silueta esbelta y alargada da la tonalidad verde a estos lugares de descanso eterno.
La jardinería se hace así participe del ritual de la muerte y cobra protagonismo tanto en los ramos de flores como en los entornos ajardinados que poseen estos grandes campos sembrados de sepulturas.
La enorme energía que emana de estos lugares creados para la fase final hace para muchas personas apartarse de los mismos, pero a otras les atrae el poder observar con admiración las grandes obras de arte allí depositadas y el arte de muchos jardines creados dentro del propio cementerio.