Aunque el comienzo de la primavera venia amenazado por la sequía, gracias a Dios, hemos tenido una primavera muy lluviosa y benigna para las plantas, el terreno y las personas... Ahora de repente ha venido el calor, altas temperaturas que aportan un marcado contraste si las comparamos con los fríos días de lluvia del mes de abril.
Para sofocar el fuerte calor que en tan altas temperaturas puede agobiar a las plantas, se recomienda regar a diario. Las plantas necesitan calor para acelerar su desarrollo, pero llega un límite en que su vitalidad se detiene.
Nuestro jardín suele hablarnos y decirnos cuando quiere ser regado, las plantas cuando quieren ser abonadas o podadas. Por ello en nuestro contacto directo con la naturaleza vamos aprendiendo día a día lo que nos van transmitiendo.
Es al pasar de los años cuando nuestra relación de amistad con nuestro jardín se hace madura, el momento en que comenzamos a descubrir que ésta afición es una vocación, una gracia divina que nos hace sentirnos mejor.
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