El almendro es uno de los símbolos del fin del letargo invernal. Sus flores blanco-rosadas le engalanan de un vestido blanco, tal como una novia, mostrando desde lejos su elegancia excelsa.
Los campos castellanos siempre se han visto salpicados por almendros, dulces y agrios. Todo ello pese a las fuertes heladas tardías que muchos años provocan la perdida de la flor antes de comenzar su proceso de transformación en fruto tras la polinización.
La primera estación del ciclo natural, pide una preparación idónea del terreno, el desherbado, buen abonado y sobre todo mimo y cariño de las personas encargadas del cuidado de la naturaleza.
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